De día son de fuego, de lumbre cegadora,
encendiendo a su paso desventuras y amores;
arden igual que ingenuas mariposas,
violetas en flor, pupilas inquietísimas,
chispean como luces
de neón.
No hay duda en el camino ni derrota en mi frente:
mis
ojos son pulidos, vigilantes cristales,
lentos
caleidoscopios que observan otras vidas.
Cuando
nace la luna con su sombra de nieve,
lloran cercados por la noche fría,
y por el manso vuelo de tantas soledades.
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