Un
baile de ansiedades y silencios
iza
al cielo los brazos - fuego y sol-.
Rodeas
mi almohada con tus ángeles
que
velan soñadores nuestro lecho
y
curan cicatrices bajo sábanas.
Acuno
la conquista de tus labios
con
la pasión de una canción distinta
que
envían dioses siempre dadivosos,
hartos
de contemplar odio y rencores.
No
quiero navegar por mares bravos;
sólo
mojar mis pies en tu ternura
bajo
el sol placentero del deseo.
No
hables de atardeceres olvidados,
que
el silencio nos cubra con sus finos ramajes
de
aire fugaz y cálidas caricias.
Precisamos
desiertas madrugadas
que incendien piel y rostros ¡Madrugadas!
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