Es
uno de esos días que despacio se estira
según
nace la luz; esos días letargos
sin
descubrir apenas qué es lo que yo más
quiero,
no
importan los agravios, no importan los ultrajes.
La
tersura se impone,
ocupa
los espacios con sigilo y con calma.
Día
lento que fluye, envuelto en la desidia:
pereza
y languidez,
tedio
de bruma gris que poco a poco brota,
ya
no me sobresalto por ignorar quién soy.
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