Vio
la luz de un tamiz que aleja penas
y
se acercó a la hoguera enarbolando
palabras
que el conjuro celeste fue dictándole.
Por
su alma fluía la pasión incesante.
Fue
como una sensible fortaleza
persiguiendo
al amor por cada esquina,
conquistadora
de amistades últimas.
Vital
locura que vibraba tanto
como
pequeñas chispas de artificio
que
hacen sonar su voz, su voz que acerca.
También
sus risas eran aquelarres
que
atraían diablos solitarios.
Calzó
sus botas rojas para volar mejor
sobre
los charcos de aguas estancadas
como
una reina fiel de corazones.
Tan
solo el universo podría responderle.
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