viernes, 22 de agosto de 2014

Última campanada del silencio




La última campanada del silencio
la escuché ayer, cuando te despedías.
Me llevé entre mis labios tu sabor,
tu ternura en mis manos,
tesoros que escondí por mis bolsillos
como pañuelos rojos de seda y tafetán.

La última campanada del silencio
tuvo un eco especial en mi conciencia,
superó la barrera de mil ruidos
que golpeaban las esquinas
y que yo iré guardando y olvidando
hasta que tú regreses una tarde cualquiera.



Te alejas




Te alejas como el ruido que ha olvidado el silencio,
muralla que se instala con el paso cansino,
casi sin resistencia, sin alterar las noches.
Un día es sólo un beso, o una fría mirada
y, lejos, nuestras manos que ayer fueron caricia,
con eco de unos bronces que dejaron su huella.
Doblamos las esquinas opuestas al abrazo,
perdimos la ternura en largas escaleras.
Qué difícil juntar el amor con palabras
y echarlas a volar cuando no hay ningún cielo.
Te alejaste en silencio. Hoy sueño que fue un sueño.



Lo que sé

    

Conozco los secretos de los amores rotos.
Algunos los he escrito - borbotones de tinta-,
sobre telas de araña, sobre el vaho de un espejo,
sobre piedras calcáreas o con papel carbón.
Conozco la tristeza de la palabra última,
la mirada sumisa que reproduce el miedo.

no podrán saber nunca el vacío que dejan. 

Me despido



Me despido de ti como humo de esa lumbre
que confunde su sombra con el cielo plomizo,
trastocando en tristeza lo que fue una canción
que nos rindió al abrazo en noches de abandono.
Se abate plenilunio sobre nuestras cabezas.

Me despido de ti como bajamar lenta,
que no espera otra luna ni otro cuarto creciente.
No hay encrespado mar contra el acantilado,
ni espuma borboteando entre las rocas,
sólo un vasto horizonte lejanísimo
donde se desangela la mirada.


Eres la distancia más corta desde mí



Te estoy diciendo adiós con la punta de mis dedos
sentimiento de pérdida que me impide el perdón.
Te alargas y diluyes pendiente de ese hilo       
difícil de tejer con mis manos de araña.
Enredada madeja que se anuda en el miedo.
Tú eres la distancia más corta desde mí

y lo sabes, por eso me alejo de tu olvido.

No me acuerdo



Me aturden los tañidos que al alba me despiertan,
las campanas avisan, ha volado la noche
y la gran luna huyó como un ánima en pena.
No me acuerdo si ayer alguien durmió a mi sombra,
al borde de mis ojos para no despertarme.
No me acuerdo si ayer hubo calma o borrasca
viento a favor  o en contra que a mi puerta viniera.
No me quiero acordar de lo que acaso

tú recuerdes ahora.

Entrega



Me entregué tantas veces a lugares sin límites,
a canteras de azufre y de granito,
a cataratas que no tienen fondo;
tantas veces besé este suelo que piso
para poder soltar cualquier barrera
que me hice maestra en vencer extravíos.

Hoy me rodeo de pajes y de príncipes,
salto como los pájaros pequeños
y siempre encuentro un alma compañera,
un ángel que me siga, como tú.
Mas no logro esconderte debajo de mi cama.



Amanece



Amanece y mis ojos se han abierto,
transformada en felina, dulce gata,
transparentes manos me acarician.
Pero por mi ventana entró la luz
irrumpiendo en mi piel y tu vacío,
segando sin piedad mis pensamientos.
Cruel jardinera de tempranas flores
me hace realidad con sus tijeras.
(Corta por donde quieras mis tallos y mis pétalos).


Tierra



Suben ya los sarmientos por mis piernas
y las uvas resbalan mis tobillos;
zumo en mis dedos tengo.            

Es un misterio, no es un acertijo,
yo no sé quién me ha hundido en este fango,
ni sé por qué mis pasos son inciertos,
ni por qué voy soñando cada noche
que soy de tierra, aunque tú estés conmigo.



Invisibles



Mis palabras se vuelven invisibles
cuando no están tus labios en los míos.
Barro se vuelve mi temblor, desnudo,
y fuego transparente el corazón;
y todo es ya ceniza, desconsuelo y arena.
De uvas que no son uvas me alimento
y libo amargos frutos de algún mar.
Y sólo cuando ya puedo nombrarte
mi vida recupera alguna dimensión.




Peñas



Peñas de musgo gris que manchan estos prados,
salpican con relieve la llanura monótona,
llegan hasta los pinos, hasta el telón de fondo.
Estudiado diseño bajo trinos de pájaros,
tarde que ven mis ojos con lenta perspectiva,
con la leve sospecha de que ya nada cambia,
naturaleza yerta hasta la noche bruna.

Entonces no veré las peñas ni los pinos,
sólo te veré a ti, sólo tú ante mis ojos.



La noche murmura

        
                                
La noche ya murmura con luna de candil,
huérfana de batallas, venciendo el frágil día.
La noche inevitable, sin ruidos de timbal
que tanto me enloquecen con su táctil silencio.
Asida a la baranda pido mi recompensa,
esa calma que exijo para seguir con vida.
Veo mi ángel caído, aparece muy tierno,
muy discreto, dormido en tan negro escenario.

Le ilumina la estrella que quiero para ti.

El juego



Ayer te gané, amor, en el amor y el juego
y hoy  para ti escribo este poema,
porque  -¿sabes?- jugar no importa nada:
lo que sí importa es no temer el lance
en el que vuelan besos y caricias,
alas cubriendo cualquier hueco vivo.
Ya ves,  vuelvo a ganarte por la mano.


Espérame



Espérame en la hierba que crece en tu jardín
cuando haya luna llena y la brisa sea azul.
Me tumbaré a tu lado sin que nadie lo sepa,
será en marzo, en abril, secreto compartido,
tu por ti, yo por mí, encuentro solitario.
Se unen la hoja y la flor, el jazmín y la rosa

mientras crujen las bocas de los que nunca amaron.

A mi lado



Medito envuelta en este mar de  bruma
donde hay viento de pájaros y arbustos
transcurriendo por sendas de azaleas.
Me sumerjo, me encuentro y me transformo;
si abro los ojos veo otros caminos,
bellos, si los entorno, sin matices,
leyendas con su música y con suave aroma;
proscenio donde bailan los dioses que yo elijo
-entre frisos y rotos capiteles -.
Son episodios épicos, profanos,
donde no hay candelabros ni máscaras, ni musas.
Despierto con la gloria todavía en mis ojos,
pero mi mejor sueño es que estás a mi lado.


Ausencia




Ocurre que mis ojos a veces van por dentro
alejados del óxido verdoso
que no me deja ver las golondrinas.
No me gusta llorar por cualquier cosa;
antes de hundirme en este fango negro
prefiero que no luzcan las estrellas
y conservar intacta la mirada.

Es cuando tú no estás cuando esto me sucede.

Baile de silencios



Un baile de ansiedades y silencios
iza al cielo los brazos - fuego y sol-.
Rodeas mi almohada con tus ángeles
que velan soñadores nuestro lecho
y curan cicatrices bajo sábanas.

Acuno la conquista de tus labios
con la pasión de una canción distinta
que envían dioses siempre dadivosos,
hartos de contemplar odio y rencores.

No quiero navegar por mares bravos;
sólo mojar mis pies en tu ternura
bajo el sol placentero del deseo.

No hables de atardeceres olvidados,
que el silencio nos cubra con sus finos ramajes
de aire fugaz y cálidas caricias.
Precisamos desiertas madrugadas
que incendien piel y rostros ¡Madrugadas!   



Hiedra



Soy como  hiedra que se aferra al muro
sin respirar apenas por las hojas.
Tentáculos con finos guantes de terciopelo,
que calientan mi piel con rayos de oro
y que crecen con saltos de gacela
que en algún lance pierde paso y ritmo .

Mis raíces las tengo, a ti prendidas:

las fui fundiendo en fragua de cristal.

Pesadilla



Te has transformado en sal, como a Edith le ocurriera
poblando la mirada con un aroma a mar,
y tus grandes pupilas cristalizan en sombras.
Ahora soy la fuente que recorre tus pies
para tocarte,
agua de manantial que intenta disolverte.
Mi sabor te salpica. Todo es oscuro y cándido
Es ya  noche cerrada, pero no sé si duermo.
Sólo quiero el recuerdo de la primera vez:
cuando tú con tus ojos besaste mis mejillas.


Volcán



De dónde este temblor de los sentidos
que me da tanta vida que no abarco.
¿De dónde sacaré fuerzas? Pararle,
es como detener la dura lava    
de un volcán que la arroja a borbotones.
¿Dónde hay una fuente de agua limpia
que me apague este fuego y esta sed?
Dime ahora cómo remediar mi mal,
acaso lo consiga tan sólo con quererte.


Soy sol

    

No sé qué bendecir a estas alturas,
si la forma que das a mis pestañas
o el lugar donde escondes mi presencia.
No soy un maniquí  semidesnudo
en almacén de inútiles objetos.    
Soy sol que abre una brecha con su rayo;
lanzo mis lunas contra la tiniebla
hasta que hay luz naciendo de mis dedos.


Cigüeñas



No altera a las cigüeñas el tañido
de esa campana de hondas cavidades,
vigilantes de todo lo que alcanzan:
árboles, sombras, vacilantes pasos,
gentes que avanzan esparciendo dudas.

La lluvia no les causa desaliento
mientras un viento sur cubra sus ojos.
Sonido bronce sobre campos trigo
y las puertas cubiertas de aquel musgo
que tapizó sus nidos olvidados.

Ellas no saben que te estoy queriendo.



Atardecer



Ahora, tendida así,  junto a tu piel
mi cabeza en tu pecho, te respiro
ese aroma tan tuyo que mendigo en tu ausencia
con ansioso sabor a frutos rojos.

Ver tu cuerpo en mi lecho
con las manos en alas convertidas
que me rozan y erizan hasta el alma.

Respóndete tú mismo a la pregunta:
si mereces estar en mi costado
en este atardecer de mayo y de jazmín.


Ven



Vente conmigo a este costado azul
que ahora te ofrezco y que no tiene heridas.
Cuando nacen malignas calaveras y flores sin aroma,
las corto y las olvido.
Es tiempo de fundirse en un abrazo.
Vente aquí a mi costado, a mi ventana.
¿No escuchaste los bronces de la torre llamándote?



Brindo por ti



Brindo por ti con mis torcidas letras,
hechas de sal, arcilla y desconsuelo,
con alas de remotos saltamontes
y suaves destellos de otra luz.
Términos que no  tienen diccionario ni madre,
que buscan su sentido en esta noche
cargada de silencios y de orillas.
Otras princesas brindarán por ti.
Yo no puedo saber cómo serán sus letras y sus signos,
pero nunca mejor que mi voz tan cercana
que te ofrece este cálido poema,

tan sencillo y tan tuyo.

Mañana



Mañana, cuando muera, mirad bajo mi almohada;
allí hallaréis oculto todo lo que guardé:
todo mi ajuar de vida, la piel que me cubrió
y muchos pensamientos que no supe expresar;
mi nombre en un papel grabado en tinta roja,
rota caligrafía con letra de aprendiz
y un pequeño baúl de atardeceres
envueltos en silencios, compartidos espacios
de besos y caricias.
Los silencios nos curan, vuelven lumbres en ascuas,
heridas en cenizas, cicatrices en labios.

Mañana, cuando muera, buscadme en el silencio.


Olor a jazmín


“Silencio. Sólo queda
un olor a jazmín” J.R.J.
              
Existen otros mundos: están en mi interior.
Mas no sé de hemisferios, mi yo es muy limitado.
Concibo el universo a ras de mi consciencia,
perímetro de sombra de esta nublada noche
que atormenta mis horas con sus voces lejanas.

Es mi libre albedrío, destino pobre y cruel;
mis ojos son espejos, imagen de mi misma.

Nada como ir descalza sobre arenas calizas,
nada como este cielo de azules ultramares,
origen de otros tiempos que están en mi memoria.
Un profundo silencio con olor a jazmín
inunda el campanario cuando ya no hay tañido,
cuando secretos pasos se cruzan en el aire.


Amanece sin prisa


La luna de la mañana me acaricia
como la tibia seda de unos brazos de madre
Elvira Daudet

Apenas veo la aurora, amanece sin prisa,
sólo tengo mis manos, y mis ojos atentos
mientras oigo campanas que, lejanas, me acercan.
Ecos de  mis recuerdos estampados con lápiz,
imágenes borrosas de escenas del pasado.

Esta luz que acaricia desmadejadamente,
cura mis cicatrices con destellos lentísimos;
huyen de mi las sombras, huyen despavoridas
como diablos cobardes ante espadas de fuego.
Casi no veo la aurora,  pero intuyo su luz.



Día lento



Es uno de esos días que despacio se estira
según nace  la luz; esos días letargos
sin descubrir apenas qué es  lo que yo más quiero,
no importan los agravios, no importan los ultrajes.
La tersura se impone,
ocupa los espacios con sigilo y con calma.
Día lento que fluye, envuelto en la desidia:
pereza y languidez,
tedio de bruma gris que poco a poco brota, 
ya no me sobresalto por ignorar quién soy.


Insomnio



Veo todo deprisa cuando no tengo sueño,
imágenes urgentes de lo que nunca he sido,
visiones de un lugar que presiento en mi frente,
hojas color naranja en mi blusa se agitan
y en mi falda un volante que señala el camino:
con los pasos perdidos confundirme en la feria.

Un tumulto de gente sin cesar me interroga
Yo no tengo respuesta, yo no sé qué decir,
y sigo mi andadura y la luna me vence.

Vertiginoso vuelo que emprendo cada noche.
Hasta que un ángel viene para llevarse el miedo.


Oigo la voz del río



Oigo la voz del río descendiendo hacia el mar,
su lecho se ha extraviado entre muchas corrientes,
como yo al caminar. Tantos pasos perdidos.
Mis pies, ceniza de algas, ya son cantos rodados.
Como aspas de molino mis brazos giran, giran,
el viento los  sacude en sentido contrario.
Saludan a las blancas gaviotas, lejanas,
no saben que mi vida  entre  dudas  transcurre,
ni que llevo mil lustros queriendo conocerme.

Se precipita el río para verse en su espejo.
Recorrido sinuoso, meandros salvadores
dibujan la estampida como búfalos locos.
Qué serenidad fluye cuando llega hasta el mar,
descanso del camino para ya no perderme.
En sus aguas de sal duermo mis pensamientos.


Mis manos florecen


¿Qué es esto? ¡Prodigio! Mis manos florecen
Juana de Ibarbourou

Mi sangre no es azul, es del color del fuego,
tengo un dragón inmenso en mi cuerpo escondido;
mis ojos llamaradas, hogueras crepitantes
que no quiero apagar por miedo a la ceguera.

Ya no siento tristeza ni rabia contenida,
ni astilla de rencor clavada entre mis venas,
nacieron de mis manos madreselvas y flores,
fértiles tallos verdes, estrellas y campánulas
y un arco iris de plata enmarca mi silueta.

Ángel quisiera ser para volar  las nubes
con alas de amapola, rojas como mi sangre,
rojas como mis ojos, sin rabia y sin tristeza.


Hoy pienso que no soy A Lola Marcos



Hoy pienso que no soy, que jamás he nacido,
todo es un laberinto en mi imaginación.
Mi cuerpo está en mi alma, universo pensante.
Quiero saber mi origen, saber de dónde vengo.
Sentirme una habitante —efecto mariposa—
de nebulosas sombras que siempre me acompañan.
Son burbujas conscientes que están en mi semilla.
Sonido de campanas es todo lo que anhelo,
filamentos de luces para resucitar.



Palabras



Trafico con palabras que no tienen acento,
que no tienen sentido ni dibujo coherente.
Vocales verticales danzan sin un destino
y pierden punto y paso, latitudes sin norte.

Creo, invento palabras, con más significados,
palabras encantadas llenas de sortilegios,
me las cuelgo del cuello, auténticos collares.
Sólo a veces, encuentro ideas con palabras,
y en alguna ocasión tacho todo, con mimo,
sin ruido ni alboroto, ni pena ni fatiga.

Vuelvo a empezar de nuevo la magia de los trazos;
tengo la fiel certeza que en mi vida anterior
fui inventora, artesana, una artífice en jergas.
En mi próximo lance quisiera ser paloma,
blanca paloma escrita para volar sin fin.