La
tarde ya ha caído como suele, tenaz,
y sólo quedan sombras tras el alto vitral de mi
buhardilla,
templantes
van las horas -columpio- de rezos a pecados,
entre
envidias y sueños perdidos para siempre.
Es
errante este aire que a solas me acompaña
con
un sabor amargo a almendras y limones,
con
un ligero aroma a salvia y chimeneas.
Ven,
luna nueva, amiga, con tu aro perfilado,
y
cura mis heridas, los muros de mi alma.
No
esperes que la luz te arroje de tu trono.
No
esperes los tañidos que traen la
claridad.
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