jueves, 24 de marzo de 2016

Turbulencias


A cada cerdo le llega su San Martín
Refrán

Habíamos atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión. Las turbulencias habían cesado, me refiero a las atmosféricas.
 Pedro y el pánico eran un solo elemento y su crispación ante el sentimiento de peligro también traería turbulencias terribles posteriores.
Soltó mi mano, atenazada por  el dolor. Su mirada de reproche no me afectó lo más mínimo. La idea de sobrevolar el Atlántico había sido suya.
Me levanté para ir al cuarto de baño y cuando regresé a mi asiento, dormía relajado. Él desconocía que el supuesto tranquilizante que había ingerido, hacía poco más de media hora, iba a sumirle en un profundo y definitivo sueño.


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