Lo que ha de suceder, sucederá.
¿Quién habría cortado los árboles
de su jardín?
Lucía miraba desolada el aspecto del
espantoso espectáculo desde el umbral de la puerta.
Bajó su vista al suelo para caer
en la cuenta del terrible color pardo que cubría el cemento que pisaba.
¿Y las arizónicas? Las arizónicas
también habían desaparecido, dejando ver un muro del mismo color que el suelo,
horroroso.
Invadida por una gran tristeza,
empezó a pensar lo dejado que tenía todo. El jardín y ella misma con aquellos
pantalones verde oscuro de popelín, viejos por el uso y que hacían juego con
aquella camisola del mismo color y calidad.
Toda su vida era gris, la desdicha
y el desconsuelo se habían apoderado de ella. Todos sus sentimientos eran
nostálgicos. Una vida de lucha y sacrificios para nada.
En mitad de sus elucubraciones
fue interrumpida por la celadora:
— Dolores, suba a hablar con el Director, creo que es usted
libre.
— ¿Yo?
— Si, usted. Han encontrado a Jack
— ¿A que Jack?, preguntó con cara de incredulidad.
— Al destripador, ha confesado
que una de sus víctimas era su vecina. Esto prueba que es usted inocente.
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