Quien no castiga el
mal, ordena que se haga.
-
Él, siempre de manera insistente me decía: Me
gusta hacerte daño, y le aseguro, señor juez, que yo no le tomaba en serio.
Realmente me sorprendió el día que, sin más, me cortó las piernas.
El
juez miraba a Susana sin dar crédito. No entendía nada y, dirigiéndose a ella,
dijo:
-¿Sería
tan amable de ponerse en pie?
Susana,
con decisión, se levantó de la silla desde la que estaba declarando y se puso en pie.
Entonces,
el juez, cuyo rostro parecía cada vez más perplejo, al ver las impolutas y
torneadas piernas de Susana, se dirigió a su asistente y le pregunto en voz
baja:
-¿Cuánto
tiempo hace que sucedió esto?
-Hace
un año señor magistrado.
No
sabiendo qué añadir le indicó a Susana que no tenía más preguntas.
Susana
abandonó el estrado y se sentó junto a su abogado.
El
abogado defensor llamó a continuación al siguiente testigo: el doctor Crack.
-Doctor
Crack, ¿puede indicar por qué razón la demandante, doña Susana Pérez del Mar, a
la que mi defendido le cortó las piernas con la sierra, puede caminar
perfectamente como hemos visto todos?
El
público estaba expectante a la respuesta:
-
El caso de Susana es único en el mundo. Yo mismo fui testigo de cómo, desde el
día siguiente al suceso, iban creciendo sus piernas, regenerándose como si
fuera una estrella de mar.
El
abogado, a continuación, solicitó al juez que este hecho
fuera un eximente ya que no se precisó ninguna intervención quirúrgica. Pero el
juez resolvió condenar al novio de Susana ya que, aunque esta vez había habido
suerte, no era seguro que, en otra ocasión fallara y cortara las piernas a una
mujer que no fuera estrella de mar.
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